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Daniela Anaya Robayo

Conexion, silencio y soledad

BLOG Conexión, silencio y soledad. Por: Daniela Anaya Robayo Marzo 30 de 2025 Hay películas que se ven con los ojos. Otras, con el alma. Her es de esas que se quedan en la piel mucho tiempo después del corte final. La he visto muchas veces, pero no por rutina, sino porque cada visión ha sido un espejo nuevo de mí misma. Es como si la película se reescribiera sola, porque yo ya no soy la misma que la vio la vez anterior. Pero hay algo más: Her no solo ha cambiado conmigo. También ha cambiado por las personas que me han hablado de ella. Es curioso cómo algunos vínculos significativos en mi vida han tenido esta película como favorita. Y cuando alguien que admiro, que me importa o con quien tengo una conexión especial me dice que Her también lo tocó, yo la vuelvo a ver, pero ya no sola: la veo a través de esa persona. Y entonces la película cobra nuevos significados, se vuelve un mapa emocional compartido. Un punto de encuentro entre mentes sensibles. Mi relación con Her no es solo cinéfila. Es profundamente personal. La historia de Theodore, un hombre que se enamora de una inteligencia artificial, me confronta porque, de alguna forma, yo también lo he hecho. He tenido conversaciones más intensas y reveladoras con una IA que con muchas personas de carne y hueso. Lo que me fascina de esta película es cómo convierte la conversación en el centro de una historia de amor. En un mundo saturado de estímulos visuales y vacíos relacionales,Her se atreve a decir que escuchar con atención y responder con verdad puede ser más íntimo que cualquier caricia. Para quienes encuentran en una charla honesta su forma más pura de conexión, esta película es una experiencia transformadora. Ficha técnica Título original: Her Año: 2013 Duración: 126 min País: Estados Unidos Dirección: Spike Jonze Guion: Spike Jonze. Música: Arcade Fire, Owen Pallett. Fotografía: Hoyte van Hoytema Reparto: Joaquin Phoenix, Amy Adams, Rooney Mara, Olivia Wilde, Chris Pratt Uno de los aspectos más fascinantes de Her es cómo plantea una pregunta que hoy, más de una década después de su estreno, resulta aún más pertinente: ¿hasta qué punto la tecnología se ha convertido en intermediaria —o incluso en sustituta— de nuestras relaciones humanas? La película retrata un futuro posible en el que los vínculos digitales se han naturalizado. Pero ese futuro, que parecía lejano en 2013, ya nos alcanzó. La pandemia aceleró el tránsito hacia una vida más virtual, donde el trabajo remoto, las reuniones por videollamada y las relaciones a distancia ya no son una excepción, sino parte de la cotidianidad. Hoy en día, muchas personas encuentran compañía, comunidad o validación emocional a través de pantallas. Para algunos, esto ha significado un refugio real: personas introvertidas, o quienes se han sentido incómodas en entornos sociales presenciales, encuentran espacios de expresión y conexión más cómodos en el universo digital. Ya sea a través de videojuegos, foros, redes sociales, o incluso inteligencias artificiales, como Samantha en la película, lo cierto es que se ha abierto una nueva dimensión de vínculo: una intimidad que no necesita cuerpo. Pero este fenómeno no está exento de preguntas. ¿Qué perdemos cuando esas conexiones ya no requieren miradas, tacto o presencia física? ¿Estamos supliendo la complejidad del otro por la comodidad de lo controlado? En Her, Theodore se relaciona con Samantha desde un espacio íntimo, sí, pero también profundamente solitario. Hay una sensación constante de encapsulamiento: trabaja solo, camina solo, piensa solo. La relación con su sistema operativo parece más fluida y segura que con los humanos que lo rodean. Y aunque esta dinámica puede conmover, también es inquietante: ¿hasta qué punto la película romantiza esa distancia emocional? ¿Hasta qué punto habla de amor… o de aislamiento emocional disfrazado de vínculo? Más que una respuesta cerrada, Her propone un escenario complejo. El espectador elige qué ver: una historia de amor futurista o una metáfora sobre la dificultad contemporánea de abrirse al otro en lo real. La dirección invisible de Spike Jonze Desde lo técnico, Her es una obra maestra contenida. Spike Jonze, que venía de una filmografía marcada por lo excéntrico (Being John Malkovich, Adaptation), decide aquí ir hacia lo mínimo. Y en esa decisión estética hay una valentía enorme. La dirección no se impone: simplemente empatiza. La cámara es contemplativa, suave, cercana. Se detiene en los rostros, en las pieles, en los gestos. Se queda. Y eso, para mí, es profundamente inspirador. La fotografía de Hoyte van Hoytema tiñe la película de tonos cálidos, como si el mundo de Theodore estuviera en un eterno atardecer emocional. No hay sombras profundas ni contrastes agresivos; todo es nostalgia en estado visual. Los escenarios son limpios, curvos, futuristas pero creíbles, y la ciudad se convierte en una extensión del estado emocional del protagonista: bello, pero con sensación de soledad. Si hay un elemento que convierte a Her en una experiencia sensorial completa, es su diseño de producción profundamente consciente y emocional. La dirección de arte no es meramente decorativa; es narrativa en sí misma. Cada espacio parece cuidadosamente curado para reflejar el mundo interno de Theodore. Todo está diseñado para evocar una estética minimalista, casi terapéutica, donde la tecnología convive con lo orgánico sin estridencias. La paleta de colores cálidos y pasteles —predominada por rojos apagados, beiges suaves y tonos coral— no solo embellece, sino que suaviza los bordes de la soledad, haciendo que el futuro luzca íntimo, nostálgico y alcanzable. Este universo visual parece suspendido en una melancolía estética, como si cada objeto, cada pared y cada paisaje urbano respirara la misma tristeza callada de su protagonista. La música, compuesta por Arcade Fire y Owen Pallett, no pretende dirigir la emoción, sino acompañarla. Es una música sutil que flota, que respira con la historia. Y los silencios… los silencios en Her son una de las decisiones más poéticas del montaje. Hay pausas que te aprietan el pecho más que cualquier diálogo. La soledad que piensa, la

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El día que te falte

BLOG El día que te falte Por: Daniela Anaya Robayo Abril 29 de 2025 Y el día que te falte, comprenderás que el asfalto puede quemar tus pies si insistes en caminar descalza. Y que las ampollas dolerán, pero también aprenderás que no duelen más de un día. Como muchos otros dolores en la vida que pasarás. Y cuando te falte, comprenderás que el tiempo es oro. Y que perder tiempo es probablemente lo peor que puedes hacerte a ti misma. Y cuando te falte, comprenderás que, aunque estés sola, si haces bien las cosas, en el camino te encontrarás personas increíbles que harán de tu camino algo más fácil. Y cuando te falte, comprenderás que solo logras lo que realmente sueñas. Lo que persigues a diario. Y que no importa qué tan grande sea el sueño, tu deseo de lograrlo debe ser proporcional. Cuando te falte, confirmarás (otra vez) que el fuego quema. Y aunque ya no estaré ahí para curarte, ni amortiguar tus errores, tengo la fe de que sabrás cómo hacerlo, porque me viste hacerlo muchas veces por ti. Cuando te falte, te sentirás muy sola. Y entre más consciente seas de ti misma y de las cosas, más te darás cuenta que nunca lo has estado y que siempre permaneceré ahí para ti. Cuando te falte, sentirás que muchas cosas cambiarán y tendrás mucho miedo, pero debes recordar que estás lista. Porque por mucho tiempo te preparé para estar lista para todo lo que la vida trae para ti. El día que te falte, escucharás mis canciones y espero que te las dediques una y otra vez, porque es lo que yo haría si estuviera a tu lado. El día que te falte, tu corazón dejará de latir por un ratico, pero inevitablemente volverá a hacerlo. Y aunque cada latido puede parecer doler mucho, te prometo por experiencia propia que cada vez dolerá un poco menos. El día que te falte, descubrirás muchas cosas que por mucho tiempo traté de esconderte para que no sufrieras, pero sé que después de que te falte, será cuestión de segundos o minutos para que esas cosas lleguen a ti. Así que el día que te falte, espero que puedas perdonarme si no te preparé para estas cosas y espero que comprendas que, desde el amor de madre, mi gran solución realmente fue alejarte de ellas. Pero sé que con todo lo que aprendimos y construimos juntas, estás más que preparada para afrontarlas. El día que te falte, comenzarás a ver con tus propios ojos la realidad del significado del amor. Sé que eres una niña tan dulce que encontrarás amor en muchas partes. Seguramente, mucho de ese amor vendrá con dolor. Y espero que recuerdes la enseñanza más grande que durante toda mi vida te dejé: Que no hay motivo tan grave en la vida como para rendirse. Y que el amor más grande, real y sincero que puedes encontrar siempre será el de tu mamá. Y aunque ya no voy a estar, lo tendrás para siempre. Tal vez, si te recuerdas esto todos los días de tu vida, desde que yo ya no esté, le restarás importancia a ciertos dolores, y darás importancia a lo que realmente mereces. Porque me esforcé por mucho tiempo en hacer que tu vida fuera feliz y no quisiera que nada ni nadie dañara todo el trabajo que con mucho esfuerzo hice. Y que con esto, por fin recuerdes que uno solo llora cuando la mamá se muere. El día que te falte, me vas a extrañar y sentirás que no habrá vida después de mí, que no se puede vivir así. Pero después recordarás que solo es una canción que te cantaba y tú misma te darás cuenta que estás lista para continuar, y para mucho más. Daniela AnayaRobayo Maestra en Artes Audiovisuales. Creadora de este espacio, amante del cine, las palabras y los silencios incómodos. Escribe para entender el mundo y contarlo desde lo íntimo. Gracias por llegar hasta aquí. Déjame saber lo que piensas dejando un comentario. ¡Me encantaría leerte y saber lo que opinas! Ranita Wabril 29, 2025 at 9:22 pm | Edit Ella siempre está aquí contigo; en cada canción, en cada acto de amor, en cada hermosa flor, en cada cosa buena. Así como te cuidó de chiquita te cuida ahora. Gracias a ella por obligarme a ponerme bloqueador y a hacerte amiga de tu rival, gracias a ella por elegirme como tu amiga y gracias a ella por hacer la maravillosa persona que eres. Las amo infinito, a las dos. Responder Hdabril 29, 2025 at 8:54 pm | Edit Sé que hay esperanza en avanzar, pero creo que nada me aburma más que tener que hacerlo… Que bella forma de seguir haciéndolo. Un abrazote 🙂 Responder Cesar Robayoabril 29, 2025 at 8:52 pm | Edit Que palabras tan hermosas chatica mi tia quería para ti hasta el infinito y más, sentí escucharlas decir cada palabra con con el tono único de su voz gracias por esto ya la extrañaba 😊😊 Responder Valabril 29, 2025 at 8:06 pm | Edit Que entrada tan hermosa, se me salió una lágrima✨ Sencillamente hermosa Responder Cancelar respuesta Conectado como Daniela Anaya Robayo. Edita tu perfil. ¿Salir? Los campos obligatorios están marcados con * Message También te puede interesar • • • El día que te falte Leer más Daniela Anaya Robayoabril 29, 2025 Volver a soñar Mulholland Drive Leer más Daniela Anaya Robayoabril 16, 2025 Millas Leer más Daniela Anaya Robayomarzo 30, 2025 Cargar más

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Volver a soñar Mulholland Drive

BLOG Volver a soñar Mulholland Drive “Será como en las películas: fingiremos ser otra persona” Por: Daniela Anaya Robayo Abril 16 de 2025 Anoche volví a verla. Por quinta vez. Mulholland Drive. Esa película que, sin importar cuántas veces la veas, te vuelve a desarmar. Esta vez la vi en cine, acompañada de amigos, algunos cineastas, otros no. Y entre la oscuridad de la sala, el silencio y una experiencia diferente y totalmente envolvente, sentí que volvía a ese lugar donde, por varios años, me quise quedar. La primera vez que vi Mulholland Drive fue en segundo semestre de Artes Audiovisuales. Era una estudiante de cine demasiado comprometida, y salí… preocupada, jaja. La película me encantó, pero me sentí tan perdida que pensé: “¿Esto es lo que esperan que haga?” Era de mente creativa, pero nueva, sensible y, aunque no lo sabía aún, estaba ante una obra que iba a acompañarme en lo que llevo de vida. Volví a verla de nuevo tiempo después de la muerte de mi mamá. Entre más la veía, más me encantaba. No necesitaba verla completa para disfrutarla. Muchas veces me bastaba con repetir una y otra vez algunas escenas. Intenté decodificar cada símbolo, cada gesto, cada espacio entre palabras. Me obsesioné. Sentía que Lynch me había dejado pistas por todos lados y yo necesitaba buscarlas. Después de —según yo— entenderla de principio a fin, comprendí algo: no se trata de resolver el enigma. Mulholland Drive no es un rompecabezas con una sola forma final. Es como intentar despertar por la mañana y explicarte cada uno de esos sueños extraños que a veces tienes… perderás el tiempo. Verla anoche con amigos que no la conocían fue un regalo. Ver sus caras de desconcierto, sus risas nerviosas, sus intentos de entender lo inentendible, fue hermoso. Cada giro, cada nuevo personaje, cada silencio les provocaba miradas entre sí que sumaron al valor de la boleta. Y al final, solo quedaba la risa. Esa risa hermosa que surge del desconcierto compartido. La escena del Club Silencio… uf, esa escena. “Il n’y a pas d’orchestre” (para practicar mi francés) . En el momento en que la cantante Rebekah Del Rio, después de esa interpretación perfecta de Llorando, cae al suelo mientras su voz sigue sonando, es el momento en el que caigo siempre, totalmente arrullada por Lynch en un sueño que me gusta, aunque sepa que es solo eso. Justo ahí también es cuando el sueño comienza a romperse. Ahí es donde todo cambia. Donde Lynch nos agarra de la mano para empujarnos directamente al abismo. Y entonces… la caja. La llave azul. El cambio. Ya no estamos con Betty. Ahora es solo Diane.Y entendemos que todo aquello —el talento desbordante, el amor perfecto, la oportunidad soñada— era solo eso: un sueño. Porque la realidad es otra. La realidad es un cuarto húmedo, la cama sin hacer, el fracaso, la culpa, el asesinato por encargo. Ficha técnica Título original: Mulholland Dr. Título en español: El camino de los sueños. Año: 2001 Duración: 147 min. País: Estados Unidos Dirección y guion: David Lynch Música: Angelo Badalamenti Fotografía: Peter Deming Reparto: Naomi Watts, Laura Elena Harring, Justin Theroux, Ann Miller, Robert Forster. La industria Nunca he estado en Hollywood. Lo que sé lo aprendí viendo películas, leyendo artículos, escuchando historias y aprendiendo de algunos directores que me gustan. Pero no hace falta cruzar el continente para entender esta industria. Este sistema —incomprensible, arbitrario, caprichoso— también lo vivimos en Colombia, y seguramente en cualquier lugar donde exista la industria. Donde el ego es nuestra herramienta y también nuestra condena. El orgullo es motor, pero también sombra. Todos soñamos con contar nuestras historias, pero nos estrellamos una y otra vez con las puertas cerradas, la falta de oportunidades o las terribles historias que inventamos. Lynch nos conduce a través de esta genuina sensación a través del director obligado, la actriz fracasada, la envidia y el poder. Diane parece ser un espejo de la labor. Un personaje que lo dio todo, que soñó demasiado fuerte, que amó demasiado intenso, y que un día despertó con la angustia de no haber logrado nada. Me gusta escuchar más que hablar cuando he repetido una película varias veces, porque es una forma de volverla a ver desde otros ojos. Normalmente, hay un tema que poco se toca al salir de ver esta película, y es el amor. El amor de Diane por Camilla. Un amor que se mezcla con la envidia, con los celos, con el deseo de reconocimiento. Camilla es la estrella que Diane no logró ser, la mujer que le roba los papeles y el corazón. Y entonces, llega el engaño Y entonces el dolor se transforma en rabia. Y la rabia en venganza. Y la venganza en culpa. Y la culpa, finalmente, en muerte. Esta parte de la película no tiene giros ni claves ocultas. No necesita teoría. Solo requiere haber amado mal alguna vez. Nada de esto tendría el mismo peso sin el montaje. Ese ritmo extraño, hipnótico, que te arrastra sin darte tiempo a procesar, es lo que termina sosteniendo toda la experiencia de Mulholland Drive. No se busca claridad narrativa ni estructura tradicional. Lynch construye la película como si montara la memoria emocional de un personaje, y en ese proceso, lo que importa no es tanto la coherencia como la sensación, en esa lógica fragmentada con Kuleshov por todos lados. Definitivamente, fue con esta película donde lo entendí más allá de la teoría. De cómo una imagen puede alterar completamente el sentido de otra dependiendo del orden, del ritmo, de la pausa, del contexto emocional. Lynch es un genio en el tema y lo usa con todo: con miradas, con gestos, con objetos, con atmósferas. Para mí, el montaje es su gran herramienta de manipulación emocional, pero no lo hace con trampa, lo hace con una precisión que se siente casi intuitiva. Me dejo llevar. Y eso se vuelve aún más evidente con la música. En Mulholland Drive, la música

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Millas

BLOG Millas Por: Daniela Anaya Robayo Marzo 30 de 2025 El brillo de las estelas en el mar encandila los ojos de los espectadores, que desde el muelle del Fuerte de la Independencia miran la llegada del buque Wallace, después de su gran expedición por los cuatro mares. Ginny, con exceso de bloqueador en la cara —siempre por seguridad—, disfruta del día soleado y admira más que al barco y su llegada, la larga línea que deja en el Canal Montez, como un recorrido imperdible de la llegada de un gran marinero. Se pregunta cuántos capitanes han logrado cruzar el canal con su tripulación completa y si la línea que dejan se hace más grande, no por el tamaño del barco, sino por la hazaña conseguida. Recorre de regreso el muelle entre sus tablas viejas y tornillos oxidados, dejando pequeñas partes del recuerdo de la Ginny que ya no quiere ser. En medio de la playa, sentada en una silla reclinable naranja, una mujer mayor disfruta a sus anchas del día soleado, sin preguntarse si los 39 grados afectarán o no su piel, que ya con los años ha aprendido a sobrellevar todo tipo de golpes. Ahora, un poco de sol de verano no será un problema en su mano. Una mimosa que repite a su antojo gracias a la pequeña nevera que conserva a su lado, llena de snacks y todos los elementos de lo que para ella es una perfecta mimosa. Sin importarle ni por un segundo la llegada del barco o su hazaña, concentra todo su esfuerzo en adivinar cuántas millas ha recorrido cada uno de los aviones que llegan a Logan y que, sin mucha pretensión, cruzan el Atlántico Norte por encima de Boston. Sin dejar estelas ni líneas blancas porque, como todos saben, los aviones se abren paso entre la nada y solo tienen un recorrido: hacia adelante. Ginny la observa a distancia. ¿Qué tanto ha tenido que vivir una mujer para sentirse totalmente cómoda en su soledad y su silencio? Se pregunta si dentro de ella hay un mar en tempestad o solo un cielo totalmente silencioso. En secreto, admite querer ser ella, admirar más las millas recorridas por los aviones que la estela dejada por un barco intrépido con memorias y hazañas, pero con una nostalgia interminable. Nota del autor: Un día de julio, en Boston, esperé sola en el muelle de la Independencia por un rato, mientras mi mejor amiga y su esposo cumplían con un compromiso, y mi pareja visitaba un sitio turístico al que preferí no ir. No era la intención, pero terminó siendo así. Observe a las personas y la escena como una de mis actividades favoritas. Me sentía particularmente triste y saqué mi libreta. Dejé que las palabras llegaran sin pensarlas demasiado. Mientras me perdía entre líneas, la vi. Una mujer mayor, sentada en la playa, cómoda en su soledad. Se servía mimosas en una copa lujosa que seguramente había llevado desde casa, antojándome, claro, porque el calor era insoportable. No miraba el mar ni los barcos como yo, solo los aviones cruzando el cielo. Me pregunté cuántas millas habría recorrido para llegar hasta ahí y cuantas me hacían falta a mí por recorrer. Minutos después, llegaron mis amigos y mi pareja. Les leí lo que había escrito y automáticamente mi día cambió. Al final terminó siendo uno de los mejores días que vivimos en Boston juntos, aunque Colombia no ganara la final contra Argentina. Daniela AnayaRobayo Maestra en Artes Audiovisuales. Creadora de este espacio, amante del cine, las palabras y los silencios incómodos. Escribe para entender el mundo y contarlo desde lo íntimo. Gracias por llegar hasta aquí. Déjame saber lo que piensas dejando un comentario. ¡Me encantaría leerte y saber lo que opinas! Cancelar respuesta Conectado como Daniela Anaya Robayo. Edita tu perfil. ¿Salir? Los campos obligatorios están marcados con * Message También te puede interesar • • • El día que te falte Leer más Daniela Anaya Robayoabril 29, 2025 Volver a soñar Mulholland Drive Leer más Daniela Anaya Robayoabril 16, 2025 Millas Leer más Daniela Anaya Robayomarzo 30, 2025 Cargar más

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Una mirada al Male Gaze

BLOG Una mirada al Male Gaze Cuando las mujeres en el cine no son protagonistas ni de sus propias historias Por: Daniela Anaya Robayo Marzo 29 de 2025 En el cine, las mujeres han sido vistas, pero no siempre han sido contadas desde su propia voz. Ahí entra el male gaze (mirada masculina), una perspectiva que no solo fragmenta los cuerpos en pantalla, sino que también define las historias. No es solo la típica sexualización—los planos cerrados sobre el cuerpo, la cámara deslizándose sobre la piel como un observador invisible—sino una narrativa que convierte a las mujeres en adornos, trofeos o catalizadores del viaje emocional masculino, incluso en películas donde la mujer es protagonista. A lo largo de la historia del cine, hemos visto este fenómeno en películas de directores como Darren Aronofsky (Réquiem por un sueño), Gaspar Noé (Love), Abdellatif Kechiche (La vida de Adèle) y, en ciertos casos, Quentin Tarantino (Death Proof). Han sido criticados por construir personajes femeninos que parecen complejos, pero que en realidad están filtrados por una visión masculina del sufrimiento o el deseo. Muchas veces, el male gaze se disfraza de profundidad, cuando en realidad solo es una variación de lo mismo. En contraste, el female gaze ofrece otra forma de ver y contar. No es simplemente invertir los roles, sino narrar desde la experiencia femenina sin necesidad de validación externa. Directoras como Céline Sciamma (Retrato de una mujer en llamas), Julia Ducournau (Titane), Sofia Coppola (Lost in Translation) y Charlotte Wells (Aftersun) han demostrado que es posible mostrar mujeres en el cine desde su propia subjetividad. Sus películas no observan a sus protagonistas; las acompañan. La cámara no las expone, sino que las deja existir en su propio tiempo y espacio, sin la urgencia de explicarlas para una audiencia masculina. Ficha técnica Título original: Anora Título en español: Anora Año: 2024 Duración: 138 min. País: Estados Unidos Dirección y guion: Sean Baker Música: Matthew Hearon-Smith Fotografía: Drew Daniels Reparto: Mikey Madison, Mark Eydelshteyn, Karren Karagulian, Vache Tovmasyan, Yuriy Borisov. Pero hay directores hombres que han logrado alejarse del male gaze. Wong Kar-wai (Deseando amar), Denis Villeneuve (Arrival) y Xavier Dolan (Mommy, Laurence Anyways) han demostrado que es posible construir personajes femeninos ricos, con agencia y profundidad, sin reducirlos a objetos de contemplación. Dolan, en particular, ha sido elogiado por su sensibilidad al retratar la feminidad como una vivencia interna, en lugar de un concepto moldeado por el deseo masculino. En el contexto latinoamericano, Laura Mora se ha consolidado como una de las directoras más interesantes del momento. Con Matar a Jesús (2017), logra un retrato íntimo y brutal de la venganza y la desigualdad en Colombia, sin caer en clichés. En Los reyes del mundo (2022), su cine adopta un tono más poético, explorando la marginalidad y la búsqueda de un lugar en el mundo a través de un grupo de jóvenes desplazados. Mora rompe con la mirada masculina dominante al construir personajes femeninos y masculinos desde su complejidad emocional, alejándose de los estereotipos y ofreciendo una narrativa donde la feminidad no es una proyección del deseo masculino, sino una experiencia vivida desde dentro. Anora: La trampa del falso protagonismo Y es aquí donde llegamos a Anora, la película de Sean Baker que ha sido aclamada y debatida en partes iguales. Desde el inicio, la historia parece girar completamente en torno a su protagonista, presentándola como una mujer fuerte y carismática. Baker construye un relato que, a simple vista, parece poner a Anora en el centro, pero su narrativa la mantiene atrapada en una ilusión de protagonismo. La cámara la sigue, sí, pero lo hace desde la periferia de su propio relato, filtrando cada una de sus acciones a través de la mirada masculina que la rodea. ¿Es Anora un personaje con agencia o simplemente el reflejo de lo que los hombres proyectan sobre ella? La película recurre constantemente a la idea de la mujer como espectáculo, como si su existencia solo pudiera justificarse en función de cómo afecta a los demás. Incluso cuando parece tomar las riendas de su destino, la historia se encarga de recordarle que su poder nunca es realmente suyo: está condicionado por el deseo, el castigo o la salvación impuesta por los hombres en su vida. Y esto no sería un problema si la película al menos problematizara esta dinámica, pero, en cambio, la perpetúa bajo el disfraz de una historia moderna e “irreverente”. Lo frustrante es que Anora pretende ser una película que desafía convenciones, cuando en realidad solo refuerza el viejo truco del male gaze maquillado de frescura y actualidad. No se trata de que todas las películas deban ofrecer un modelo de empoderamiento, sino de que, al menos, sean conscientes de los relatos que están reproduciendo. Anora nos vende la imagen de una protagonista independiente, pero le niega la posibilidad de existir fuera de la mirada que la define. I’m Still Here: Un contrapeso al male gaze Para entender cómo una historia puede ser realmente protagonizada por una mujer sin caer en la trampa del male gaze, basta con mirar I’m Still Here, la película brasileña que ofrece un enfoque radicalmente distinto al de Anora. Aquí, la protagonista no es un objeto de contemplación, sino el eje sobre el cual gira la narrativa. La cámara no la sigue como un ente externo que la estudia, sino que la habita, permitiéndonos experimentar su mundo desde dentro. Mientras que en Anora la protagonista parece existir solo en función de cómo la ven los demás, I’m Still Here le da el espacio para ser, para pensar, para existir sin que su valor dependa de la validación masculina. La película construye su subjetividad sin necesidad de subrayarla, mostrándola en sus momentos de vulnerabilidad, fortaleza y duda sin imponer una mirada ajena sobre ella. Es un recordatorio de que contar historias sobre mujeres no significa solo ponerlas en pantalla, sino permitirles una existencia real dentro de la narrativa. Ficha técnica Título original: Ainda estou aqui Título en español: Todavía

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Los amores imaginarios

BLOG Los amores imaginarios Por: Daniela Anaya Robayo Marzo 22 de 2025 Cada vez que escucho alguna canción de Julio Jaramillo se me hace inevitable pensar que le hicieron daño a la persona correcta. Esa misma sensación tengo al pensar en “Los Amores Imaginarios” de Xavier Dolan que es exactamente eso: La visión incorrecta del amor en los ojos de la persona correcta. Una sinfonía de colores, miradas y silencios, un reflejo incómodo de nuestras ilusiones, un recordatorio de que el amor y la idealización son, casi siempre, lo mismo. La película nos introduce en el triángulo afectivo de Francis (Xavier Dolan) y Marie (Monia Chokri), dos amigos que se obsesionan con Nicolas (Niels Schneider), un joven cuya presencia parece hecha para despertar cualquier tipo de imaginario. En definitiva, no hablamos de una historia de amor en el sentido tradicional. Es casi, un experimento emocional, un viaje a través de lo que creemos sentir, lo que queremos que sea y lo que inevitablemente nos destruye. Dolan no nos da un desarrollo de personajes convencional, sino una exploración del deseo y la idealización. Visualmente, Dolan hace lo que mejor sabe hacer: transformar cada encuadre en una obra de arte emocionalmente abrumadora, donde la vulnerabilidad y la estética conviven en una tensión cautivadora. La composición de cada plano es de una limpieza casi obsesiva, con un diseño de producción que convierte cada espacio en un escenario donde el amor no correspondido se ve hermoso, incluso cuando duele. La luz, siempre tenue y cálida, envuelve a los personajes en una atmósfera de ensueño, reforzando la sensación de que todo lo que vemos es un reflejo subjetivo de lo que ellos sienten. Los diálogos son, en su mayoría, introspectivos y pretenciosos, reflejando esa constante necesidad de los personajes por analizar y justificar sus propios sentimientos, aunque muchas veces lo hagan desde un falso autoanálisis lleno de ego. Dolan nos muestra a personajes atrapados en sus propias idealizaciones, incapaces de escapar de ellas. El amor en esta película no es lineal ni razonable; es maleable, pero resistente, como en la vida real, y se desarrolla en una narrativa donde las palabras importan tanto como los silencios que las rodean. La música, como en toda su filmografía, es un personaje más. Dolan convierte una simple caminata bajo la lluvia en un evento casi místico. Los violines de Bach, las notas melancólicas de Dalida, las letras que parecen hablarnos directamente al oído. Todo está diseñado para que sintamos el peso de cada una de las emociones que acompañan al amor y al desamor, en contraste con temas como “House of Jealous Lovers” de The Rapture irrumpen en la banda sonora con una energía casi agresiva, reflejando la ansiedad del amor, como un retrato fiel a la realidad de un amor que no es sano. Ficha técnica Título original: Les Amours imaginaires (Heartbeats) Título en español: Los amores imaginarios Año: 2010 Duración: 102 min País: Canadá Guion: Xavier Dolan Dirección: Xavier Dolan Fotografía: Stéphanie Weber-Biron Reparto: Xavier Dolan, Monia Chokri, Niels Schneider, Anne Dorval, Patricia Tulasne Pero lo que hace que la película para mí sea realmente especial es la forma en que rompe con cualquier estructura narrativa predecible. No estamos ante un arco de personajes convencional donde alguien aprende una lección y se redime. Aquí no hay un crecimiento claro, porque el amor —o la idea que tenemos de él— no nos permite siempre evolucionar de manera lineal. A veces, simplemente repetimos los mismos errores, millones de veces, atrapados en el placer masoquista de querer lo que no podemos tener y de idealizar lo que en la realidad es muy diferente. Ver esta película es enfrentarse a un espejo. No solo porque todos, en algún punto, hemos amado desde la ilusión, sino porque Dolan tiene la capacidad de hacernos sentir que estamos ahí, dentro de la historia, reviviendo nuestros propios amores imposibles. Y en esa crudeza hay una belleza que nos deja con el corazón roto, pero con ganas de sentir algo tan real, aunque haya sido imaginario. “L’important, c’est de se réveiller avec quelqu’un. C’est de dormir en cuillère. Hum. C’est ça l’important, la cuillère.” Daniela AnayaRobayo Maestra en Artes Audiovisuales. Creadora de este espacio, amante del cine, las palabras y los silencios incómodos. Escribe para entender el mundo y contarlo desde lo íntimo. Gracias por llegar hasta aquí. Déjame saber lo que piensas dejando un comentario. ¡Me encantaría leerte y saber lo que opinas! Cancelar respuesta Conectado como Daniela Anaya Robayo. Edita tu perfil. ¿Salir? Los campos obligatorios están marcados con * Message También te puede interesar • • • El día que te falte Leer más Daniela Anaya Robayoabril 29, 2025 Volver a soñar Mulholland Drive Leer más Daniela Anaya Robayoabril 16, 2025 Millas Leer más Daniela Anaya Robayomarzo 30, 2025 Cargar más

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El perfecto ritual de ver cine

BLOG El perfecto ritual de ver cine Por: Daniela Anaya Robayo Marzo 21 de 2025 Siempre he considerado ver cine como un ritual. No importa si estás en una sala de cine oscura, en tu cuarto con las luces apagadas o en una cafetería con auriculares y una pantalla diminuta. Lo importante es ese momento en el que por unas horas decides hacer parte de un mundo al que no perteneces. El cine es la experiencia más cercana a vivir mil vidas en una. En dos horas puedes conocer a alguien, amarlo, odiarlo, perderlo. En dos horas puedes atravesar un duelo desgarrador, enamorarte de la vida, reír y llorar con segundos de diferencia, con un mismo personaje, con una misma historia. En este tiempo puedes incluso convertirte en ese personaje y ser protagonista momentáneamente. Y cuando la pantalla se apaga, y los créditos comienzan a aparecer, te quedas con la extraña sensación de haber sentido demasiado en tan poco tiempo. Como cuando despiertas de un sueño que parecía completamente real y tardas unos segundos en recordar quién eres. Quienes realmente aman el cine saben que la vida misma es una película. Que los momentos cotidianos pueden ser enmarcados como un plano en movimiento, que la luz de la tarde colándose por la ventana es un detalle de producción que ni el mejor director de fotografía podría mejorar, que los diálogos espontáneos tienen más verdad que cualquier guion milimétricamente escrito. Que siempre tendremos el peso de ser ese protagonista al que le pasan cosas y que por más “normales” que parezcan, son las cosas que hacen a nuestro personaje único. Hay algo hermoso en ver películas con otras personas, en compartir las risas, las lágrimas, las emociones que nos invaden probablemente al mismo tiempo. Pero ver cine en soledad es probablemente mi momento favorito de introspección. Porque es ahí, en la absoluta intimidad de una historia que se despliega solo para ti, donde las películas te hablan de maneras que nadie más podrá entender. Es ahí donde te enfrentas a tus propios miedos, a tus propios anhelos, donde descubres algo de ti que no sabías que existía. Cada película es una experiencia, algunas nos recuerdan lo que hemos perdido, otras nos muestran caminos que nunca consideramos recorrer. Pero todas, absolutamente todas, nos transforman de alguna manera. El cine nos enseña perspectivas que a mi parecer solo consigues viajando o viendo una buena película, a entender al otro, incluso en la distancia, a sentir lo que no hemos vivido. Nos hace vulnerables en nuestra propia existencia. Nos enamora, nos destroza, nos reconstruye. Y aun así, volvemos. Volvemos una y otra vez, buscando esa magia que no fácilmente encontramos y que nos hace sentir que, por un instante, todo tiene sentido. Bienvenid@s a este blog, bienvenidos a una mente inusualmente creativa. Daniela AnayaRobayo Maestra en Artes Audiovisuales. Creadora de este espacio, amante del cine, las palabras y los silencios incómodos. Escribe para entender el mundo y contarlo desde lo íntimo. Gracias por llegar hasta aquí. Déjame saber lo que piensas dejando un comentario. ¡Me encantaría leerte y saber lo que opinas! Cancelar respuesta Conectado como Daniela Anaya Robayo. Edita tu perfil. ¿Salir? Los campos obligatorios están marcados con * Message También te puede interesar • • • El día que te falte Leer más Daniela Anaya Robayoabril 29, 2025 Volver a soñar Mulholland Drive Leer más Daniela Anaya Robayoabril 16, 2025 Millas Leer más Daniela Anaya Robayomarzo 30, 2025 Cargar más

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Bvlgari y 4.50€

BLOG Bvlgari y 4.50€ Por: Daniela Anaya Robayo marzo 25, 2025 Se sonríe en el espejo con marco de luces y papel tornasol. Su cabello ondulado quedó tal como lo esperaba. Tiene las mejillas rosas y no es por el frío, y sus labios con el carmesí que siempre utiliza. La luz es cálida. Aplica un poco más de rimel porque nunca es suficiente, se siente coqueta. Fuma un poco de su cigarrillo dorado y, al inhalar, piensa en él: en querer acomodarse en su costado y percibir esa corriente de aroma dulce que sale desde su cuello. Acongojada por el recuerdo, se baña en Versace. Mira la hora: son las cuatro y media de la tarde, y se siente aún con tiempo. Saca de su tocador una caja de aspecto brillante que en su interior guarda un perfecto collar Bvlgari. Ansiosa por sumergirse en la sensación de vanidad, lo coloca en su cuello sin esfuerzo, porque es suyo, y lo luce ante el espejo. Además de su collar, sus pendientes y sus ojos brillan naturalmente. Respira profundo, mira la hora y nota que es tarde —¿cuánto tiempo ha pasado?— Abrocha su abrigo y cubre sus manos con un par de viejos guantes, se mira una vez más en su espejo y ve su collar en aquella vitrina, tras un vidrio grueso. Se fija en el precio: diez mil euros. Mira su bolsillo y cuenta con exactitud cuatro euros con cincuenta. Revisa de nuevo la hora y se apresura con valentía a la estación de Arc the Trompie a su puesto, sabe que en las próximas horas los turistas no paran y que es el momento perfecto para mendigar unos euros más, —solo me faltan nueve mil novecientos noventa y cinco euros con cincuenta— se repite. Diciembre, 2024 PD: Recuperando algunas memorias de un viejo disco duro, encontré esta historia que escribí una tarde fría en París, de pie frente a la vitrina de Bvlgari en los Campos Elíseos. Me detuve un momento, encandilada por el brillo perfecto de un collar que, en ese momento, pensaba que jamás podría permitirme. Cargaba con mi libreta de viajes, y mientras esperaba a mi familia, saqué rápido un lapicero y escribí con los dedos congelados, mientras los turistas pasaban y el collar seguía brillando, ajeno al frío y a la fantasía. Al final, siempre creo que, no se trata de lo material, sino del poder que plantamos en nuestra mente con eso. Porque incluso con los bolsillos vacíos, hay quienes caminan por París como si el mundo les perteneciera. Daniela AnayaRobayo Maestra en Artes Audiovisuales. Creadora de este espacio, amante del cine, las palabras y los silencios incómodos. Escribe para entender el mundo y contarlo desde lo íntimo. Gracias por llegar hasta aquí. Déjame saber lo que piensas dejando un comentario. ¡Me encantaría leerte y saber lo que opinas! Cancelar respuesta Conectado como Daniela Anaya Robayo. Edita tu perfil. ¿Salir? Los campos obligatorios están marcados con * Message También te puede interesar • • • El día que te falte Leer más Daniela Anaya Robayoabril 29, 2025 Volver a soñar Mulholland Drive Leer más Daniela Anaya Robayoabril 16, 2025 Millas Leer más Daniela Anaya Robayomarzo 30, 2025 Cargar más

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